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domingo, 5 de enero de 2014

El cura Mariano y los nombres de las calles.

RELATO 

Como quiera que en los tiempos de la Dictadura, las autoridades locales hacían y deshacían a su antojo, y ahora estaba de moda que en la recién nacida democracia Don Salvaleón, el alcalde, estuviera día y noche reuniendo al Patronato para demostrar democracia en los menesteres menos misteriosos del ministerio de ornamento y cultura. Si no era por una pedrada en una farola, era por un arbolillo roto, por una reja caída o por una baldosa del acerado mal pegada. Aquella tarde, un sábado de derbi entre atléticos, Don Salvaleón, muy taurino pero poco futbolero había reunido a su comisión por otro asunto cultural. De entre esta cabildillo rural el poco letrado alcalde era el Presidente, y de entre otros miembros que otro día os presentaré, una de las voces cantantes la llevaba el cura Mariano, más que por su poder clerical, por su acento finolis de Castilla que le conferían a sus palabras no sólo finura sino potestad y carácter. La mayor de las tonterías expresada con ese soniquete y con ese laismo exacerbado sonaban a Demóstones y las "eses" tan bien cuidadas en sus sílabas sonaban como si las pronunciara Salomón debatiendo con Pericles.

Estimados miembros del Patronato, -dijo el alcalde Presidente poniéndose sus anteojos, -en el próximo plenario del Gobierno Municipario debemos ennombrar las calles surgidas del crecimiento urbano y que en el P.G.O.U o sea en el Plano del Gobierno Ordinario Universal vienen señaladas por los técnicos peritos con siglas y números que no atienden a las costumbres y deseos de modernidá del pueblo.  Ruego que el Patronato medite de entre los nombres más adecuados del listín establecido por los funcionarios técnicos para señalar la vía rural o pecuaria. A continuación, repartirá Damián un papel mecanografiado entre los miembros del patronato para que señalen con una crusecilla los futuribles nombres que las vías merescan y que se apruebe el Plano en el Pleno.

 Pasando una rápida ojeada al listado de los posibles nombres propuestos comenzaba el listado con nombres de poetas: Miguel Hernández, García Lorca, Juan Ramón Jiménez. El cura Mariano, temió que la nueva calle donde se alzaba su nueva Iglesia se nombrara con el nombre del poeta de las cebollitas, con uno granaino y mariquita o con el de la mulica. Si el cura detestaba la Literatura del siglo XX, la poesía le ponía enfermo, y más aún la de aquellos poetas...mientras pensaba en San Juan de la Cruz y en Fray Luis de León, terminó de leer el listado de "sugerencias munícipes" Aparte de un barrio de poetas había también un listado con nombres de Asociaciones culturales que el ayuntamiento quería reconocer su labor. Al leer los siguientes nombres propuestos, al cura Mariano se le iluminaron sus pequeños ojillos. Había encontrado el nombre perfecto para la calle donde se ubicaba su Iglesia. Sólo tenía que proponer al Patronato su sugerencia, no pondrían ningún inconveniente. Cuando el cura se alzó, la mayoría de los miembros aún estaban silabeando el segundo o tercer nombre propuesto, alguno incluso seguían atentamente la lectura de los nombres con el dedo índice, y la mayoría los leía en voz alta... Aún así, el cura los interrumpió para hacer la primera propuesta.

-SeñoreS del Patronato Sugiero que la vía en el plano Señalada con ramal 4º PUF-L y que eS la calle en la que eStá ubicada la Nueva Parroquia Sea nombrada como....- alzó la voz señalando más si cabe su pronunciación.... y haciendo una teatral pausa dijo: DonanteS de Sangre.

Así fue y así pues, la Iglesia del abajamiento de Jesús, estaría ubicada en la calle Donantes de Sangre. ¿Qué le había llevado al cura Mariano proponer que la hermandad nombrara la calle de su templo? Nada, sólo le hacía gracia pensar que el fundador y máximo publicador del Salón del Reino de los Testigos de Jehova, se había comprado una casa en una calle que se iba a llamar calle Donantes de Sangre. Sólo el cura Mariano reía en silencio, mientras los demás seguían debatiendo sobre cual debería ser la calle de la Cruz Roja, o si el 23 de Febrero era una efeméride para nombrar una calle como el día que venció la democracia, o así estaban perpetuando la memoria de los golpistas...

  Mientras ellos debatían el cura sonreía y reía en su interior y meditaba, si seleccionar aquel nombre era pecado, o si sería pecado callárselo, o contárselo a su parroquia el próximo domingo, aún así la ocurrencia no dejaba de hacerle gracia y a veces tenía que disimularlo dando unos puntapiés en el suelo. Aquellas aburridas juntas iban a ser más divertidas, por una vez, que ver a su Athletic de Bilbao. Sólo pensaba en un cartero dejando la correspondencia a Gabriel, o como él lo llamaba secretamente "el testigo mayor del Reino" en la calle Donantes de Sangre. 

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