ANTONIO
GARCÍA DE LA LLAVE
A
menudo nos encontramos con gente sencilla en nuestras vidas,
No
sabemos si sufren, si aman, si lloran, si persiguien un sueño,
Todos
nos parecen iguales, altos o bajos, serios o sonrientes, dueños
O
siervos de sus actos, cercanos o distantes, apenas
una herida
No
cicatrizada en nuestros recuerdos más lejanos, abstraídos,
Incluso
como si sus existencias no fuera con nosotros; empeño
Obstuso
por creernos el eje, la matriz de nuestro minúsculo universo.
Gracias
a Dios algunos de esos seres sencillos, cruza el espacio
A
un lado del río que recorremos desde el ayer hasta el mañana,
Recorre
con nosotros mil sendas practicadas, infinitos momentos.
Cientos
y cientos de vivencias que colman el ir y venir de la memoria,
Ir
y venir sobre la tierra, el mar, el aire, el sentimiento, la
historia.
A
veces agradecemos que esos amigos recalen en nuestra discreta vida.
De
su presencia nos queda su sonrisa, o quizás la necesaria chispa
Entre
lo humano y lo divino, lo mundano, lo esperpéntico, lo auténtico.
Lo
demás ya no importa, lo que nos importa es el fiel amigo
A
quien confiamos nuestras penas, con quien compartimos las recaidas.
La
suerte quiso que Antonio de La Llave se cruzase en mi
camino
Lo
de menos es el día concreto, ni el tempo, el porqué o el escenario.
Acaso
importa? Todo es relativo. Todo es circunstancial o etéreo
Visto
con perspectiva del tiempo que borra o superpone los recuerdos
Estaríamos
en una encrucijada en la que lo importante es el ser, el amigo.
Manolo
Ozáez.