El desconocimiento sobre nuestra propia historia es tan grande que hace ya
unos años, en una noticia televisiva que concernía a esta solitaria isla en
medio del Pacífico, el presentador se sintió necesitado de aclarar: “para los
que no sepan qué es Guam, aclaramos que se trata de una isla en medio del
Pacífico que pertenece a los Estados Unidos”. ¡¡¡Y éste era el que sabía algo!!!
¡¡¡Señor mío, Guam fue una isla española, donde se hablaba español y vivían
españoles durante el nada desdeñable período de 333 años, el triple de lo que
lleva siendo norteamericana!!!
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Miguel López de Legazpi. Monumento en Ciudad Cebú (Filipinas). |
La isla de Guam o Guaján, que es como se llamó mientras fue española, es descubierta exactamente el 6 de marzo de 1521 durante el primer viaje de circunnavegación que realizaron los seres humanos, un viaje que completó, como se sabe, el también español Juan Sebastián Elcano, nacido en las españolísimas tierras guipuzcoanas. Fernando Magallanes, que todavía dirigía la expedición y que habría de morir como consecuencia de un flechazo que recibe en las Filipinas sólo cincuenta y dos días después, el 27 de abril, fondeó en ella para aprovisionarse. Pero será Miguel López de Legazpi, conquistador también de Filipinas, quien tome posesión de la isla el 22 de enero de 1565 y con ella, también de las islas vecinas, las luego bautizadas Islas Marianas en honor a la reina Mariana de Austria, esposa de Felipe IV.
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Beato Diego Luis de San Vitores |
Un momento crucial de la vida guamesa o guajanesa es la llegada a la isla del misionero jesuita español, el beato Diego Luis de San Vitores, y con él los también los jesuitas Luis de Medina, Luis de Morales, o Pedro de Casanova entre otros, cosa que ocurre en 1668. Aunque son bien recibidos por el cacique Quipuha, que incluso se convierte al cristianismo. Serán muchos los jesuitas, entre los cuales los propios San Vitores y De Medina, que hallen el martirio, en una cristianización que tuvo episodios muy sangrientos.
Guaján se convertirá en el principal puerto de escala para el
importante Galeón de Manila, que cubre la ruta Acapulco-Manila portando
las mercancías chinas y orientales. Administrativamente hablando formará parte
de la Capitanía General de las Filipinas.
Así como la colonización y evangelización de Guaján forma parte
de la gran historia de España, su pérdida es un episodio más de aquello en lo
que podemos incurrir los españoles cuando nos abandonamos a la desidia y el
pesimismo. Se trata en todo caso de una historia surrealista, de esas de no
poder creerse.
El 20 de junio de 1898, en el marco de la Guerra
hispano-norteamericana que se saldará con la pérdida de
varios territorios españoles de ultramar, la flota de cuatro barcos comandada
por el capitán Henry Glass, que se dirigía a Filipinas para reforzar a
George Dewey en la toma del archipiélago, lanza tres andanadas de
cañonazos. Para su sorpresa, no recibe respuesta alguna sino que, bien al
contrario, ve aparecer un bote con tres ocupantes, el Teniente García, el
médico militar José Romero y un comerciante de nombre Portuach.
Una vez a bordo del buque, los españoles… ¡¡¡piden perdón a Glass por no
poder haber podido responder a las salvas de cortesía recibidas desde el
Charleston, buque insignia de la flotilla!!! ¿Razón? El cañón del fuerte
no se encontraba en condiciones de hacer fuego desde hacía ya algún tiempo.
Glass, que no sale de su asombro, informa a la “delegación” que no viene
en son de paz, que España y Estados Unidos se hallan en guerra y la conmina a
entregar la isla.
A todo esto el general español Juan Marina cuenta para
la defensa de la isla con cincuenta y cuatro soldados, algunos lugareños armados
y un cañón inservible. El Regimiento de Oregón norteamericano
desembarca con la orden de destruir el castillo español, cosa que ni
siquiera necesitó hacer por el pésimo estado en el que ya se encontraba,
limitándose a apresar a la guarnición para llevársela a Filipinas y a izar el
pabellón norteamericano.
El 21 de junio, con una isla desguarnecida en la que sólo queda
personal civil, el administrador de la hacienda pública, José Sixto,
constituído en nueva autoridad, declara nula la toma de Guaján por abandono, e
iza de nuevo el pabellón español: es la “reconquista”. Sólo unos meses después,
en enero de 1899, una nueva flota norteamericana al mando del Comandante
Taussing toma la isla de facto. Por el Tratado de París con el que
termina la guerra en 1898, la isla es cedida a los Estados Unidos junto con
Filipinas, Cuba y Puerto Rico.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Guaján, ya conocida
como Guam, será ocupada por Japón en 1941, y luego recuperada por los Estados
Unidos tras la larga batalla de Guam, que dura del 21 de julio al 10 de
agosto de 1944. En 1950 se concede a la isla un régimen de autonomía y se otorga
a los habitantes la ciudadanía estadounidense. La base norteamericana de Guam
que ahora quiere bombardear ese chavalito consentido, hortera y medio loco que
es King Jong un, es una de las más importantes del Pacífico.
Por lo que hace a los restos de la presencia española en la
isla, éstos se aparecen por doquier. Amén del catolicismo que profesa el 85% de
la población; de esa raza mestiza hispano-guajanesa que es el “chamorro”,
mayoritario en la isla; de ese curioso idioma del mismo nombre híbrido del
español, cuando no el propio español tal como lo hablamos en España; de los
topónimos españoles que llenan la isla; y de los apellidos y nombres españoles
que, como ocurre en Filipinas, aún portan muchos de sus lugareños, -de hecho su
gobernador actual se llama Félix Pérez Camacho-, a nuestros días llegan
monumentos tan españoles como los fuertes “Nuestra Señora de la Soledad”, “Santa
Águeda”, “Santo Ángel”, “San José” y “Santiago”, o los puentes de San Antonio y
Tailafak en el Camino Real, el camino costero que une San Ignacio de Agaña, la
capital (por cierto así llamada en memoria de San Ignacio de Loyola), con
el puerto de Umatac y la Plaza de España, en la cual se pueden encontrar la
Puerta de Tres Arcos, la Azotea y la Casa del Chocolate.
Esta es Guaján. Tan española como lo fue Cuba o Puerto Rico. O
Cádiz. O Barcelona. Desconocida y olvidada de los españoles, tan poco
interesados en nuestra historia cuando no deseosos de alterarla para olvidarla,
en un extraño proceso del que probablemente exista algún parangón, aunque yo no
lo conozco.
/(nota enviada por nuestro colaborador Jesús Ruiz de Burgos)
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