Mi padre me contaba
que el cacique con el que trabajaba de mulero reunía por Navidad a todos
los trabajadores y aparceros y les invitaba a anís y a mantecados.
Mientras les llenaba las copas se quejaba de lo mal que estaba todo y a
los aparceros les anunciaba que les iba a subir la renta por las tierras
en las que trabajaban porque aquella situación no podía seguir así. Sin
embargo, al año siguiente todos los trabajadores veían como el amo, el
que decía que las cosas estaban muy mal, se compraba un caballo nuevo
para recorrer sus tierras.
El proceder de
aquel cacique me ha recordado el de este Gobierno que ha aprovechado que
las lucecitas de Navidad nos deslumbran para anunciarnos que este año
nos van a freír a impuestos y recortes. El envoltorio de papel de plata
con el que nos han advertido que las vamos a pasar canutas, ha hecho que
la medida pase casi desapercibida para nuestra conciencia, ahora más
pendiente de dónde se va a pasar la Nochevieja o el regalo de Reyes que
le vas a hacer a la parienta. El papel de celofán de estos tiempos
navideños ha venido a camuflar el sopapo fiscal que nos quieren arrear.
Los Reyes nos traerán carbón porque hemos sido malos y será cuando se
apaguen las lucecitas que le hemos puesto al árbol navideño cuando nos
demos cuenta de lo que está pasando en realidad y de la tala de nuestra
economía que esta gente del Gobierno quiere hacer.
Muchos ya tenemos
asumido que hace falta enderezar esta nave a base de apretarse el
cinturón pero, mire usted por donde, todavía no he oído que esos
recortes vayan a afectar a los sueldos y privilegios de los diputados.
Todavía no he oído que la primera medida sea rebajarse ellos el salario o
que a partir de ahora vayan a cotizar a la Seguridad Social como todo
hijo de vecino. Y que tengan que cotizar más de 30 años para tener una
pensión digna. Los políticos deben ser conscientes que el sistema cada
vez tiene menos credibilidad por sus abusos y falta de ética. No se
puede emprender un plan de recortes como lo han hecho sin cortar antes
los privilegios de la clase política, parasitaria de la mayoría, como si
fueran esos caciques que nos dan anís en Navidad para anestesiarnos los
sentidos y luego comprarse ellos un caballo nuevo. Los diputados
deberán demostrar que son ciudadanos como los demás y no acogerse a
jubilaciones de oro y de por vida o a poder votar sus propios aumentos
de sueldo. Son ellos los que deben dar ejemplo para que así podamos
creer que llevan buenas intenciones y que no es todo de cara a la
galería. Aún no he oído a un señor diputado decir que va a renunciar a
sus prebendas y que su vida laboral será como la de cualquier trabajador
que cotiza en la Seguridad Social. Tienen que comprender que servir en
el Congreso es un honor y no una carrera que les servirá para comprarse
un caballo nuevo, tal como el cacique de mi pueblo.
Y ahora permítanme
una licencia propia de los internautas aficionados a las cadenas: Si
usted, querido lector, está de acuerdo con lo que digo, envíe por correo
electrónico esta columna a veinte de sus amigos y estos veinte amigos
que hagan lo propio. Que toda España se entere de que lo primero que hay
que recortar son las regalías de los políticos. ¿O no?. Pásalo.
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