Volvemos de las vacaciones de verano. Es curioso, volvemos estresados. Eso le comento a más de un amigo cuando nos encontramos, ¡si es que nos vemos!, pues andamos todos un poco despistados. Cierto que este verano ha sido especialmente caluroso, y eso se nota. Cierto es que habíamos volcado demasiadas espectativas en que acabado el estío se acababa la crisis y no ha sido así, o al menos eso me parece, y eso también se nota. Cierto es que los niños son más mayores y nosotros un poco más viejos, que también se nota, aunque no lo creas. Que nos ha dado por correr dos kilómetros al día, y no lo cinco que decimos a los demás que corremos, y estamos media hora después para el arrastre. Que nos refugiamos en las piscinas particulares y le damos la espalda al mundo. Y, al contrario de lo que se espera, por tratarse de una estación en la que nos acompaña el buen tiempo, no salimos a la calle lo necesario, dejamos de frecuentar los lugares habituales, encerrándonos junto al aire acondicionado que tan fresquito sopla.
No nos engañemos. Trazamos un paréntesis de quince días, un mes o tres meses, según profesiones, medios y posibilidades, pero la realidad con la que nos volvemos a enfrentar es la misma cara cansina de los mismos políticos empeñados en enfrentarse por cuestiones a veces banales, olvidándose de lo principal, que somos las personas, sus vecinos de al lado. Volvemos y nos bombardean con noticias que ya sabemos, como son el estado de la economía nacional y mundial, el estancamiento de la venta de vehículos, la normalización a la baja de la producción, las enormes tasas de desempleados, la huelga de septiembre, la juerga en algunos programas de televisión, que parecen que la cosa no va con ellos. En definitiva, más de lo mismo y más de los mismos. Yo, que quieren que les diga, pues que para esto me voy otra vez de vacaciones. Hasta luego Antonio.
Manolo Ozáez
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