Convendréis conmigo que la mayoría de la programación de las televisiones privadas en horarios de máxima audiencia es una basura. Que prima la conversación burda y soez y los comentarios barriobajeros de personajillos como la Belén Esteban a la que desintonizo de mi televisión cada vez que aparece su fea cara por el cristal de la caja tonta. Y me pregunto, no ya cómo hay gente que ve a ese bodrio, sino cómo es que algún ejecutivo de los medios audiovisuales se le ocurre incluirla en cualquier programa, salvo que eso explique la miseria de sus contenidos. La pongo de ejemplo, pero lo hago extensible al resto de individuos que pueblan esos mundillos. ¡Qué pena no incluir la versatilidad de poetas y escritores!,¡qué infortunio no beber de las fuentes de la intelectualidad, médicos miles que salvan vidas a diario, científicos que se dejan la vista investigando y tratando de descubrir un antídoto contra el cáncer y el alzheimer!, o procurar el docto consejo de artistas, empresarios, profesores, catedráticos y arquitectos.
¿En qué nos hemos convertido? ¿Qué circo hemos creado en la afanosa lucha por obtener la mayor audiencia? Ya no se trata de hacer un programa divertido, caso de Tonterías las Justas, pues se puede conseguir la sonrisa, inclusive la carcajada, con un humor más sorpresivo, más ingenioso, menos dado al golpe en la cabeza y un par de tías que sí, que están muy buenas, pero que aparte de la candorosa pechuga, ¿qué nos ofrecen? Si es por enseñar tetas, pues que se bajen las bragas y es fácil que consigan, además del correspondiente calentón, elevar los índices de atención y conexión suficientes y desorbitados, ¿pero eso qué? ¿nos educa?, ¿aporta vitaminas para el intelecto de nuestros hijos, ahogados en mil rancias expresiones absurdas?
Peor aún, es que ya no dejamos oir nuestra voz contra dichos desmanes. Los entendemos necesarios. Con no verlos nos basta, y no se trata de eso, se trata de quejarse, de abandonar la modorra, de apagar el televisor, de cambiar de cadena, de ser selectivo y no condescendiente.
Tanta apatía, tanto atolondramiento me aburre. Para ti te dejo la tontería, que pasado un tiempo, te diré en qué te ha convertido.
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