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viernes, 9 de septiembre de 2011

Un coche por techo a los cincuenta (noticia publicada en el Diario Jaén el 8.9.11)

Un coche por techo a los cincuenta

Nuria López Priego /Diario Jaén 8-9-11



Después de 25 años casado, 'con 50 años, tres hijos y toda una vida de trabajo como pintor', Juan Pablo Campos se encuentra en la calle, durmiendo en un coche y sin nada. Su mujer lo dejó por otro hombre y, ahora, él tiene una orden de alejamiento. Sus vecinos, sin embargo, reúnen fondos para que el bailenense logre la custodia de sus hijos.

Entre los grifos de cerveza del bar de la Estación de Autobuses de Bailén, hay una hucha de latón en la que, debajo de la fotocopia de un DNI, se lee: “Amigos y vecinos, todos conocéis mi situación. Actualmente, me encuentro durmiendo en mi coche y sin trabajo. Necesito una ayuda para tener un techo donde dormir y poder conseguir la custodia de mis hijos”. Es el drama resumido en dos frases de un hombre, Juan Pablo Campos García, que, “a sus 50 años, con tres hijos y toda una vida de trabajo como pintor” —sintetiza el propietario del bar, José Carlos Álvarez—, se ve, ahora, en paro y en la calle, después de que su mujer lo dejara por otro hombre y comenzara la tramitación de un divorcio que “ya está firmado” y que él asegura haber intentado evitar a toda costa.



Tras 25 años casado, su fortuna se empezó a torcer “un 13 de diciembre de 2010”. Ese día —explica en un correo electrónico—, “la que por entonces era mi mujer me confesó que lo nuestro se terminaba y me presentó al que, desde hacía no sé cuánto tiempo, había sido su amante: mi mejor amigo, que también estaba casado”. Después de hablarlo, le ofreció olvidar lo sucedido. Pero —continúa el bailenense—, “mi mujer y mi mejor amigo decidieron marcharse de sus respectivos hogares y empezar una nueva vida juntos”. De repente, Juan Pablo Campos García se vio solo con sus tres hijos y con su suegra, que “siempre” había compartido el hogar con ellos. “19 días” después, sin embargo, su mujer llamó a su puerta. “Quería volver al hogar como madre y no como esposa”, relata Campos García. Pero él le propuso intentar rehacer el matrimonio. “Y ella aceptó”. Afirma que, durante un tiempo, pareció que las aguas volvían a su cauce. Pero, “dos o tres meses”, reapareció su antiguo amante “y, de nuevo, se repite la historia”. “Pero, esta vez —lamenta—, la situación empeora”. Su esposa lo denunció por acoso ante la Guardia Civil. “Consiguió —se queja Campos García— que me impusiera una orden de alejamiento, que impide que pueda acceder a la que durante 25 años fue mi hogar”. La mujer le planteó que se fuera a vivir a una casa de campo de la que le corresponde una parte, aunque es propiedad de su suegra, y así lo hizo. “Allí estuve durmiendo tres meses aproximadamente y, durante el día, venía a Bailén a buscarme la vida para poder comer y salir adelante yo solo” —Juan Pablo Campos García perdió su trabajo en noviembre del año pasado—. “Pero, entonces, mi mujer me volvió a denunciar alegando que había quebrantado la orden de alejamiento y acabé detenido”. Pasó una noche en el calabozo. “Jamás pensé verme así. Ver mi orgullo por los suelos, como si de un delincuente o un maltratador se tratara”, escribe dolido. Cuando regresó a la casa de campo, descubrió que habían cambiado la cerradura y se encontró de repente en la calle, sin nada.



Desde hace “un mes y pico”, Juan Pablo duerme en un coche. “Durante el día, doy vueltas, busco trabajo... De vez en cuando, me sale alguna chapucilla, pero estoy perdido”, comenta. Después de agotar la prestación por desempleo, recibió los 420 euros del Gobierno de Zapatero. “De ella, 300 euros eran para mis hijos”, apunta. Con los 120 restantes tenía que hacer frente a la mitad del préstamo que comparte con su mujer por las obras de reforma que le hicieron a la casa hace cinco años. Pero, en estos momentos, ni siquiera cobra ese dinero. “He tenido que renovar la ayuda y, hasta octubre, no cobraré”. Mientras tanto, vive de la “ayuda” que recibe de su hermano y de amigos. En el bar de La Estación, José Carlos Álvarez le ofrece siempre algún plato del menú del día; en otro establecimiento, le permiten asearse y, desde hace dos semanas, con una hucha se intenta reunir dinero para que el bailenense pueda hacer frente al préstamo y sus hijos —cuya custodia persigue— no se vean en la calle. “Y la gente está colaborando”, afirma el dueño del bar. “Juan Pablo es muy buena gente y el que lo conoce sabe que no es capaz ni de matar a un mosquito”.


Fuente DIARIO JAÉN 8 de septiembre 2011

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