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sábado, 19 de junio de 2010

ODA A LA MUERTE DE JOSÉ SARAMAGO

Leo el artículo de Paco Linares, acerca del poema PROHIBIDO PROHIBIR, que atribuían a Pablo Neruda, y por un sutil mecanismo de asociación de ideas me viene a la mente José Saramago. Cierto es que Pablo Neruda era chileno y Saramago portugués, por lo cual su idioma no es común. Son de distinta generación, si bien a los dos los recordamos mayores, casi ancianos - con frecuencia se nos olvidan que las personas mayores alguna vez fueron jóvenes, vitales, llenos de proyectos e ilusiones-. Tal vez es eso, su imagen de personas mayores, pues inevitablemente me viene al pensamiento la última imagen, de ahí que suelo evitar un último vistado a los finados, que me perdonen los familiares. Además los dos fueron escritores de éxito, premios nóbeles. Pero hay un dato que los asocia inevitablemente, pues creo que en ambos casos se trataba de una etiqueta que les marcaba en sus pensamientos, filosofías, planteamientos, o como queráis denominarlo, y era su condición de comunistas convencidos, que de alguna u otra forma impregnaba sus escritos. Para mi, simplemente eran idealistas, que creían a pies juntillas en una utopía que el género humano no estaba, ni está dispuesto a ejecutar, pues intereses económicos, que decía el genial Saramago, e individuales, que dice la historia, impiden la puesta en práctica.
No hace mucho tiempo, en un artículo para la COPE me inspiré en una declaración de José Saramago, que lanzaba a los cuatro vientos la posibilidad, estudienla por favor, insistía, de que Portugal y España se fundieran en una sola nación, que sugería - no imponía - podría llamarse Iberia. Me sorprendió su libertad de pensamiento, su valentía en proponerlo, cuando nacionalismos y rupturismos ansian por doquier. ¡Qué elevada utopía! proponer en este mar de autonomías, nacionalismos, patrias o no patrias, estados o no, que se unan dos pueblos, que se fundan en uno solo: que eliminemos la fronteras imaginarias, que permitamos que los ríos que nos unen sean más navegables culturalmente. En definitiva, que podamos llamarnos hermanos.
Ahora que nos ha dejado José Saramago, que ya era uno más de nosotros, pues desde hace 20 años vivía en Lanzarote, y compartía vida con una española, podría ser el momento de que los portugueses y españoles pidiéramos a nuestros gobernantes altas miras, que se dejen de políticas partidistas, y piensen la posibilidad de plantear un referéndum acerca de la fusión de ambos Estados en uno solo. Es un reto que, sinceramente, a más de uno sorprendería, pero a todos nos llenaría de nuevas esperanzas, distintas perspectivas. Luego se aprobará o no, pero el riesgo debemos de correrlo, pues no perdemos nada. Si sale el no nos quedamos como estamos, si es que sí daríamos un gran paso para ambos pueblos y, probablemente, un gran paso para la humanidad, mostrando un ejemplo que podría seguirse en otros lugares, en otras regiones rotas por la división y fragmentada por tantos nacionalismos beligerantes y atomizados. Yo me apunto al carro de la fusión y no al del nacionalismo.
Aunque sea por reivindicar la figura de José Saramago y del personaje que lo representaba, y de camino la genial figura del chileno Pablo Neruda.
Manolo Ozáez

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