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martes, 22 de marzo de 2022

¿Próxima parada, estanflación? INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR (Estudio de Política Exterior, S.A.)


La Unión Europea se enfrenta a dos ‘shocks’ con direcciones opuestas:inflación y desaceleración económica, un escenario muy peligroso. La inercia de la recuperación pospandemia, sin embargo, parece que podrá compensar la reducción del PIB por la guerra de Ucrania y la ruptura con Rusia.


LA Unión Europea vuelve a chocar con otra crisis externa, la guerra, que genera un duro impacto en la economía. En este caso, dos shocks con direcciones opuestas: inflación y desaceleración económica. De ahí que la pregunta que atormenta a economistas y políticos en Europa sea: ¿vamos camino de la estanflación? La preocupación es comprensible pues se trata de un escenario muy peligroso, ya que para vencer las espirales inflacionistas es necesario adoptar políticas contractivas que aumentan el riesgo de recesión.

Desde que comenzó la invasión de Ucrania, los precios se han disparado en los mercados de la energía y las materias primas. Este choque de precios además se está trasladando con rapidez a la inflación en todos los países europeos, porque son productos que forman parte de los bienes intermedios utilizados por todas las empresas para producir. Los precios energéticos afectan a todo el tejido productivo y, dado que la formación de precios se realiza en los mercados internacionales, ni siquiera los países que menos importan de Rusia, como España, consiguen escapar del golpe. Esto explica que el precio de la gasolina en las estaciones de servicio haya superado con mucho los 1,80 euros por litro.

Sin embargo, la gran duda es cómo afectarán estos precios a la inflación. En la segunda mitad del siglo XX, los economistas aprendieron a luchar contra la inflación, y todas esas lecciones aprendidas son una garantía en el escenario actual. El gran riesgo es que se produzca una espiral perversa de subida de precios y salarios que se retroalimenten. Esa es la preocupación que los distintos líderes políticos y económicos insisten en evitar: los llamados efectos de segunda ronda. Según palabras del gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, “resulta crucial evitar que se desencadene una espiral de incrementos de precios y costes que solo agravaría los efectos, ya de por si nocivos, de la perturbación actual”.

El repunte de la inflación demuestra que el “dique de contención” de los precios ya ha caído. Durante la última década, las empresas apenas tocaron sus precios por la elevada competencia y el rechazo de los consumidores a aceptar un encarecimiento de los productos. De hecho, en muchos sectores lo que se produjo fue una carrera a la baja. Esa moderación ya se ha acabado y es previsible que la subida sea más intensa a partir de ahora. Sin embargo, en las previsiones a medio plazo todavía impera la estabilidad de precios. Los futuros de la inflación en los mercados internacionales apuntan a que el aumento volverá a un entorno del 2% en los próximos años.

Esas son también las previsiones del Banco Central Europeo (BCE), elaboradas para su reunión de marzo. La entidad ha analizado tres escenarios diferentes en función de la duración de la guerra y, en todos ellos, el resultado obtenido es que la inflación se moderará en torno al 2% en 2023 o, como muy tarde, en 2024. Estas previsiones están sujetas a una gran incertidumbre, pero lo que está claro es que para que la inflación sea persistentemente alta será necesario que los efectos de segunda ronda sobre los salarios se consoliden, algo que Europa intenta evitar a toda costa.

Respecto a la recuperación económica, la guerra supone ya un freno a la demanda interna de los países. El motivo no es otro que la caída de la renta disponible de empresas y familias por la escalada de precios. En algunos sectores electrointensivos provoca ya cortes de producción. Aunque el problema no es solo la energía; Alemania o Francia tienen problemas para mantener la actividad en todos los sectores, desde la producción de tuberías de acero hasta la fabricación de ruedas de caucho. En Alemania, la confianza de las empresas ha sufrido en marzo su mayor caída mensual desde 1991.

 Sin embargo, los economistas no contemplan un escenario de recesión en Europa, porque la inercia de la recuperación del Covid-19 compensaría unas décimas de reducción del PIB por la guerra. El BCE prevé que la zona euro crezca un 3,7% este año y, en el peor de los casos, el avance del PIB sería del 2,3%. La encuesta mensual realizada por Bloomberg a los economistas da un porcentaje de riesgo de recesión del 30%, con un escenario base de crecimiento del 3,3%.

Este crecimiento estará impulsado por los Fondos de Recuperación, que movilizarán más de 50.000 millones de euros este año. Además, Europa busca proveedores alternativos a Rusia, tanto de gas como de materias primas. Con este margen, la UE tiene capacidad para absorber una recesión provocada por la guerra. ●

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