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viernes, 22 de octubre de 2021

En recuerdo de Francisco Javier Delgado López

El miércoles 20 recibí una fría notificación del Colegio de Graduados Sociales de Jaén, al que pertenezco, notificándome la triste noticia del fallecimiento del compañero y Vicepresidente 1º del citado Colegio, miembro a su vez del Consejo Andaluz de Graduados Sociales, Francisco Javier Delgado López. Pensé: "otro fallecido más en estos últimos tiempos...". Sin embargo, y a pesar de las fechas, 20 de octubre, último día para presentar las liquidaciones de los Impuestos ante la Hacienda Pública, en la que todas las asesorías estamos embarcados -tú también, Paco Delegado-, una luz, un aviso, una alarma, se enciende en mi cabeza: "¿Francisco Javier Delgado...? ¿Paco Delgado?, ¿no será mi amigo Paco Delgado, de Torredelcampo? Mis temores se confirman. A Paco hacía un año y medio que no lo veía, imagino que por mor de esta jodida pandemia del COVID. Antes, coincidimos con frecuencia, juntos, en conferencias que él impartió en la Universidad de Jaén, o en el propio Colegio de GG.SS. de Jaén. En Congresos, eventos, actos colegiales, siempre detrás de su enorme sonrisa -no lo digo por cumplir, como se suele, en este caso no solo era una realidad, sino un signo característico de Paco-. A Paco, haciendo memoria, lo conocí en los años del BBI -Balonmano Bailén Independiente-, pues su hermano era el portero titular de aquel mítico equipo que tanta gloria le dio a la ciudad de Bailén, y que los más mayores recordamos con devoción. Aunque Paco no llegó a las cotas técnicas de su hermano, el deporte del balonmano le apasionaba. Después, en el año 1984 coincidimos como compañeros de clase -ahí está la orla con los compañeros en la que aparecemos ambos, entre otros-, para estudiar la carrera de Graduado Social, a la que tanto él como yo nos dedicaríamos en cuerpo y alma. Nuestra amistad se comenzó a cimentar en aquella época de pupitres, exámenes y estudio, y alguna cerveza, o café, en los intervalos. Luego llegaría los encuentros profesionales en los eventos del Colegio y de la profesión para, en los últimos años coincidir de nuevo en el deporte: sus dos hijas practicaban el balonmano a buen nivel, y se desplazaban con frecuencia a Bailén para enfrentarse al equipo de nuestra localidad, en el que por entonces militaba mi hija Maika Ozáez. Volvimos a reencontrarnos en las gradas de las canchas, animando cada uno a un equipo, pero en la camaradería y el buen rollo. Más tarde nuestras hijas jugarían en la selección provincial, pasando a apoyar a los mismos colores. Le regalé variados ejemplares de la revista BAILÉN INFORMATIVO, que leyó con delectación y, llegado el momento propicio le dediqué mi novela "Nunca supieron de qué guerra se trataba", de la que en ocasiones me comentó algunos pasajes. En el tanatorio de Jaén, al que acudí a presentarle mis RESPETOS a su mujer, a sus hijas y a sus allegados y conocidos, no pude evitar mirar de soslayo el féretro, antes de que su cuerpo fuera incinerado, y maldecir que un cáncer le hubiera arrebatado su sonrisa, su alegría, y a mí su amistad. Descansa en Paz Paco, nunca te olvidaremos.

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