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lunes, 2 de septiembre de 2019

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Imagen MANOLO P PERÁLVAREZ
Manuel Pérez Perálvarez

Veo, veo, y no me lo creo

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Veo, veo ¿qué ves? Veo que el tiempo corre y poco ocurre. Llega septiembre y no se atisba un frente común, fuerte, amplio que, de una vez por todas, reivindique ese ferrocarril que muere, y lo peor, ese tren sin el cual el futuro es tan negro como los nubarrones de las tormentas estivales. Observo que lo del precio del aceite es una partida, un juego, en la que los pequeños agricultores son meras fichas en el parchís. Intermediarios y grandes empresas juegan sentados en sus cómodas butacas, posiblemente tras copioso banquete en algún restaurante capitalino, con el Aove de Jaén. Reparo en que las cisternas siguen cargando el oro líquido a granel para llevarlo fuera, y en esos camiones van también las plusvalías del envasado. Miro alrededor y no atisbo demasiado movimiento, ya no puede ser el calor la excusa, ha refrescado. Eso sí, se oye un ruido de fondo, son los ronquidos, nos hemos acostumbrado tanto a sestear que vivimos en continua somnolencia. Al menos la listeria no nos ha visitado, que sepamos. Aquí la carne mechada ni fu ni fa, y el lomo, el de orza de toda la vida.

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