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miércoles, 12 de abril de 2017

NUESTRA RUTA DEL BACALAO

(Artículo de Rafael de Castro Torres para BAILÉN INFORMATIVO)


¿Te acuerdas cuando quedabas con tu gente en el paseo?: “Nos vemos a las siete y media o a las ocho en el paseo”.

Era el verano del noventa. Los sábados por la tarde, el paseo se llenaba de “niñatos y niñatas” deseando empezar su particular ruta del bacalao.


¿Os acordáis? El que salía con alguna niña esperaba impaciente, sentado a los lados de las escaleras, cerca del pilar o de la fuente, verla aparecer por la calle ‘el Santo’ o la calle ‘Real’ entre el gentío: “¡Hoy viene preciosa y se ha puesto la falda que me gusta!”. Ella, se acercaba saludando a un grupo de gente, luego a otro, y a otro, sin prisa. Y tú esperando impaciente hasta que llegaba a tu vera: “Hola, ¿qué tal? Hoy estás muy guapa”. Un pequeño ‘piquito’ y enseguida se iba a hablar al corrillo de sus amigas, y tú seguías hablando con los tuyos, pero sin dejar de miraros por el rabillo del ojo. Los primeros tonteos, los primeros magreos. Todo era nuevo, todo se sentía por primera vez, todo era único, intenso.

Cuando estaba el grupo completo, siempre había alguien que decía: “¡Vamos a tomar unas cañas!”. Después de las cañas (dos, tres o una, depende de la economía de cada cual) tocaba el cubata o seguir de tercios. Era la hora de ‘la Bolera’, aunque lo que menos se hacía era jugar a los bolos. Lo que sí hacíamos era oír la música del momento: “Esta no me gusta, vamos fuera”. Entrábamos y salíamos del local, era un flujo constante de gente. Entrar y salir, y como dice la canción “beber, fumar y no parar de reír”.



Fumábamos -en los pubs se fumaba-. ¿Recuerdas el olor a tabaco que se pegaba a tu ropa? No nos enterábamos porque olíamos todos igual. Nuestra madre sí se enteraba cuando echaba la ropa a lavar al
día siguiente. Después de un par de cubatas (Larios, Bacardi o Segoviano) tocaba ir todos en procesión por la calle ‘las eras’, hasta llegar al ‘Patio’, a por nuestra dosis de música española.

Locura total a todo volumen: Radio Futura, Danza Invisible, Modestia Aparte, Pabellón Psiquiátrico, Los Toreros Muertos, 091, Ronaldos, Secretos, Héroes del Silencio… y tantos otros grupos del panorama
nacional. ¿Os acordáis cuando se apagaban todas las luces del pub y empezaba a sonar “más y más” de La Unión y se encendían de golpe cuando el ritmo de la canción empezaba a subir? ¡Hágase la luz! y ¿qué veías? A todos saltando a la vez, gritando y bailando, ¿estábamos locos? Pregúntale a Ketama “no estamos locos, que sabemos lo que queremos, vive la vida….”. Momentos totales, pasados e irrepetibles.

Dejándote llevar por la música y sobre todo, por el gentío. Los cuerpos pegados unos a otros.Aglomeración total, sobre todo en la puerta del servicio de las tías… ¡qué colas! ¿verdad chicas ?... interminables.

Cuantas parejas empezaron a salir en El Patio. La música demasiado alta y si querías que te oyera la chica, no tenías más remedio que acercar los labios a la oreja. Momento mágico. Aspirabas y olías el perfume …”subidón” y con un poco de suerte le rozabas la oreja con tus labios. “¡Flipábamos!”.

Como decía Alaska: “Bailando, me paso el día bailando….” Mirabas hacia el patio y no veías nada más que gente bailando (en los pubs se bailaba) en las escaleras, encima de los asientos... El Patio era la marabunta, un hervidero de gente saltando y moviéndose sin parar.

No cogía una aguja, siempre recibías algún pisotón, pero no importaba, lo pasabas bien. Llegado el momento, ‘la vasca’ salía en procesión de nuevo, en coches, en motos o andando, en dirección a ‘La Vaquería’. Recordad ese camino de la vaquería -polvoriento y bacheado-, a la gente echándose a la cuneta para dejar pasar a los coches y las motos y oyendo ya la música al fondo. “Muy fuerte”. Cruzabas el portón y ya estabas dentro. Lo primero, a la barra a pedir una copa y luego con la copa en la mano desde el altillo, donde estaba la barra, mirabas la pista de baile y poco a poco empezabas a moverte, cogiendo el ritmo, hasta que decidías y te lanzabas a la pista. Aquello parecía el jardín del edén, todo lleno de vegetación y de arbolado. Y la música, ¿Qué me decís de la música? Lo mejor de lo mejor. En aquellos años en Bailén se escuchaba la misma música que se podía oír en la Penélope de Benidorm o la Pachá de Ibiza -discotecas punteras de la época-. No nos dábamos cuenta pero nuestro pueblo era lo más de lo más en la provincia y “parte del extranjero”. Marcha sana y total.

De cuatro a cinco de la madrugada, la gente iba abandonando la discoteca y cansados íbamos dando por terminada la noche, volviendo a casa -aunque siempre había quien terminaba en la churrería del mercado, tomando una manzanilla o chocolate con churros-.

Cuando nos levantábamos para comer, lo primero, el botijo o el vaso de agua en la cocina, antes de sentarse en la mesa y aguantar la bronca de nuestra madre: “¿Dónde estuviste anoche? Dónde se habrá
metío este chiquillo/a para traer los zapatos tan sucios y llenos de polvo”.

Bueno, espero haber conseguido dibujar una sonrisa en vuestros rostros, recordando aquellos tiempos en los que el ayer no existía, solo pensabas en el mañana. “Buenos tiempos para la lírica”. Yo he disfrutado mucho escribiendo este corto relato de vida. Recordando con vosotros la movida de Bailén.

Ahora toca despedirse y qué mejor manera que citando a ‘La Frontera’: “…Todos me llaman Juan Antonio Cortés, aquí nací, en esta tierra moriré”. Juan Antonio Cortés

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