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miércoles, 23 de marzo de 2016

"La Biblioteca del periodista", por Andrés Cárdenas Muñoz

La biblioteca del periodista

BLOG - Andrés Cárdenas - Andrés Cárdenas Sábado, 19 de Marzo de 2016
Las historias son como las liebres, que te pueden saltar en cualquier momento. Ayer mismo me saltó una (historia, no liebre) en los Juzgados de la Caleta, cuando esperaba para declarar en un juicio como testigo. Un abogado llamado Enrique García me reconoció como coleccionista de historias y me contó la de la biblioteca de su abuelo, José María García Quesada, un periodista granadino que fue fusilado en las tapias del cementerio al comenzar la guerra junto a Constantino Ruiz Carnero, director de El Defensor de Granada. A las pocas semanas de haber estallado la guerra dos falangistas habían ido a su casa a por él y como no lo encontraron, dejaron recado para que se pasara por la Comisaría. El periodista se pasó por allí porque creía que era una formalidad que tenía que cumplir. Además, creía que no tenía nada que temer porque no había hecho nada. Pero de la Comisaría lo llevaron a una cárcel y pocos días después fue fusilado. 
Hasta aquí el preámbulo de la historia. El caso es que el periodista tenía una hermosa biblioteca de más de mil volúmenes. Amaba sus libros y con ellos pasaba muchas horas de su tiempo. Entre sus ejemplares más preciados había una enciclopedia de la revolución rusa y varias obras de autores considerados de izquierdas: Madariaga, Emilio Prados, Ramon J. Sender, Luis Cernuda… Recién acabada la guerra, un hermano fue a ver la biblioteca. Le echó un vistazo y le dijo a su cuñada, esposa del asesinado, que debía de deshacerse de aquellos libros porque le podían acarrear problemas. Recordemos que si por algo se caracterizó aquel tiempo fue por el miedo que imprimió en las personas que lo vivieron. Así que la mujer decidió quemar la biblioteca de su querido esposo. Pero no quemó todos los libros de golpe para no levantar sospechas entre los vecinos, así que todas las noches salía al patio y quemaba uno. Mientras el correspondiente ejemplar se consumía en las llamas, ella levantaba la vista al cielo y con los ojos húmedos por las lágrimas le pedía a su marido que la perdonara.




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