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viernes, 29 de enero de 2016

Columna de Andrés Cárdenas en EL INDEPENDIENTE

Cuidado con lo que deseas

BLOG - Andrés Cárdenas - Andrés Cárdenas Jueves, 21 de Enero de 2016 
A veces se cumplen calamidades que deseas y luego te arrepientes de haberlas deseado. El famoso neurólogo Oliver Sack cuenta en sus memorias que tenía un paciente llamado Frank al que por mucho que lo examinaba no conseguía confirmar un diagnóstico. No sabía si tenía la enfermedad de Huntington, parkisonismo posencefalitíco, el mal Wilson o algún otro trastorno de tipo mental. Un día, mientras el doctor Sack hablaba con el paciente, le miró a la cabeza y pensó: “¿Qué ocurrirá ahí dentro? Ojala pudiera ver su cerebro”. Media hora después de que Frank saliera de la clínica una enfermera entró corriendo y dijo: “Doctor Sack, su paciente acaba de morir. Lo ha atropellado un camión. Ha muerto al instante”. De inmediato llevaron a cabo la autopsia y dos horas más tarde el doctor tenía el cerebro en la mano. “Me sentía fatal… y culpable. ¿Era posible que mi deseo de ver su cerebro hubiera provocado en parte ese fatal accidente?, se preguntaba Sacks.
El escritor Juan José Millás cuenta también que un día iba tranquilamente por un paseo marítimo cuando pasó por su lado una moto con escape libre y a toda leche conducida por un joven. El ruido era ensordecedor. El escritor se incomodó y le vino a la mente un perverso deseo: “Ojalá te estrellaras”. No había pasado ni un minuto cuando el chico se pegó una hostia con un coche que salía de un aparcamiento. Al chico se lo llevaron en una ambulancia y la moto quedó totalmente destrozada. A Millás le dio lástima el pobre motorista y dice que se sintió un miserable por haber deseado lo que había pasado.
Mi deseo cumplido fue menos traumático pero igual de curioso. Hace poco un tipo me gastó una putada muy gorda. Yo no le deseé que sufriera un accidente, sino que su mujer le pusiera los cuernos. Pensado y sucedido. A los pocos días me enteré de que la mujer del tipo no solo le había engañado con su mejor amigo sino que también se había largado con él y le había arruinado la vida. Me dio cierta pena porque pensé que lo que le había deseado era una venganza demasiado cruel comparada con la jugarreta que me había gastado.
Desde que conozco estos casos me guardo de seleccionar mis deseos por si acaso se cumplen y luego me dejan una desazón interior. Por eso no me atrevo a desearles que les suceda nada malo al bizco de Ezquerra Republicana, al ministro Montoro o a los que pretenden subir el IBI en Granada, no vaya que les ocurra una desgracia y yo me quede hecho polvo. No insistan, por favor.

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