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lunes, 30 de diciembre de 2013

Artículo de Manolo Ozáez para el Bailén Informativo nº 116

EL SILLÓN DEL MORO


¡NO HAY DE QUÉ!


La cara de tontos que se nos queda cuando nos miran a los ojos y nos recuerdan que para que mejore la Educación  -yo siempre la pongo con mayúsculas por deformación intelectual- es necesario aumentar el ratio de alumnos en cada aula; reducir, hasta casi eliminarlas, las becas, pues solo consiguen, dicen, crear alumnos vagos y poco motivados; disminuir hasta la asfixia las dotaciones a los Programas Erasmus, unos años después de concederle el Premio Príncipe de Asturias a la Cooperación Internacional en el 2.004.

La mueca en el rostro que se avecina cuando nos dicen que para mejorar la Sanidad Española  -por deformación social la escribo con mayúscula- se hace imprescindible reducir la plantilla de los hospitales y, al tiempo, privatizarlos para obtener mayor rentabilidad.

No pienses que esta cara es la mía habitualmente, es la que se me ha quedado cuando en la pantalla de la tv he oído al político de turno decir que es necesario un recorte profundo en Investigación  -sí, con mayúscula-, y que los salarios en España están excesivamente altos con respecto a la media europea –por favor, que revisen lo que las empresas pagan a la Seguridad Social, de las más altas en Europa-, o que la Reforma Laboral está dando sus frutos en un país con casi  6.000.000 de personas  -no se nos olvide que se trata de personas, no solo números o estadísticas- engrosando las listas del desempleo, y que en ocasiones se les culpa de la situación en la que viven, bien porque no buscan el anhelado empleo o bien porque no emigran fuera de un país que aparentemente no los quiere desocupados, para mayor deshonra. La última moda es demonizarlos como gente egoísta que no desea un futuro para ellos mismos o para sus hijos, personas con escasa vocación solidaria con el resto de los españoles: ¡fuera, aquí no os queremos! es el grito que muy pronto se dejará oír en algunos foros reaccionarios.

La cara de pardillos que se nos pone cuando una y otra vez nos mienten los políticos de un lado y otro de la orilla, y a nuestro alrededor no escuchamos las voces del descontento, solo gente complaciente y castrada que en ocasiones justifica las aberraciones, corrupciones y exabruptos de sus acólitos, porque así se les ha ordenado, porque eso es lo correcto, porque se comulga con las ideas, y con las mentiras. ¿O tal vez es que estamos tan ciegos que no vemos lo que ocurre a nuestro alrededor? ¡Cómo se desmonta el estado de bienestar que a fuerza de lucha, pactos y a veces sangre, hemos conseguido en 30 años! ¿Es que no es evidente?

Mírate al espejo y observarás la cara de ingenuo, tarado, demente, memo, mentecato, tontaina, necio, bobo y estúpido que a algunos se les queda en esta parte del cristal. Solo nos queda, como respuesta a sus medidas, y a sus mentiras, pronunciar aquello de ¡gracias!, por los ajustes  -no se nos ocurre denominarlos recortes- y que nos respondan los políticos tramposos, aquello otro de ¡no hay de qué!

  Manolo Ozáez


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