“La Batalla
del Caos”
Algunos jiennenses se sorprendieron al oído de tambores y
pífanos: las tropas imperiales de Napoleón desfilaban por la puerta de sus
casas, trasladándoles a principios del siglo XIX. El sábado 29 de junio,
organizado por la Diputación Provincial de Jaén, se conmemoraba el Bicentenario
del nacimiento de dicha Institución, allá por el año 1813, en plena ocupación
francesa de la península y auspiciado por la Constitución de Cádiz de 1812 que
en su desarrollo reglamentario así lo establecía.
Grupos de recreadores venidos principalmente de Bailén,
Málaga y Algodonales de Cádiz, y otros diversos puntos de la geografía
española, caracterizados no sólo de soldados de ambos bandos contendientes,
sino también de clérigos, obispos, nobles, pueblo llano, damas de alta
alcurnia, rústicos, populacho, bandoleros, toda una pléyade de personajes
extraídos de cualquiera de las novelas del propio Leandro Fernández de Moratín,
transitando por doquier.
Desde la Plaza de las Batallas, donde se alza una escultura
obra del insigne escultor Jacinto Higueras, que precisamente representa la
victoria de las tropas españolas en la Batalla de Bailén de 1808, y en la otra
cara la Batalla de las Navas de Tolosa de 1212, recorrieron en desfile de
mosquetes, sables, trabucos y cañones, el escaso kilómetro que separa una parte
de nuestra historia de la otra más institucional, pero igualmente importante y que
las asociaciones culturales procuramos recuperar del olvido, a pesar de las
dificultades y trabas que administraciones y particulares interpongan en ese
objetivo. Eso comprobamos en Jaén el sábado 29 de Junio, en un episodio
esperpéntico al que podríamos, perfectamente denominar “La Batalla del Caos”.
Desplazados desde diversos lugares de Andalucía, los grupos
de Recreación Histórica, que curiosamente éramos los que disparábamos y
abríamos fuego de salva y homenaje, nos encontramos entre dos fuegos políticos,
representados por la Diputación de Jaén, gobernada por los socialistas, y el
Ayuntamiento de la capital del Santo Reino, gestionada por los populares. Entre
el fuego cruzado de esas dos facciones
combatientes los miembros de las asociaciones culturales que recreaban pasajes
de finales del siglo XVIII y principios del XIX para deleite de una población
que probablemente no hubiera sido informada de lo que se hacía o se
representaba.
Entre los disparos de las piezas de artillería se interponían
los vehículos de particulares. A uno de ellos le saltó el airbag, pues cruzaba
la Carrera de Jaén al tiempo que uno de ellos abría fuego, sin que la policía
local hubiera interrumpido el tránsito de vehículos, de autobuses o peatones,
poniendo en riesgo a tales personas de ser quemados por chispotes procedentes
de mosquetes o las mismas piezas de artillería de avancarga. Parsimoniosos,
permitían y toleraban que se desarrollaran los actos organizados por la
Diputación entre el caos de uniformes franceses mezclados con bermudas del
público asistente, los mosquetes de pedernal y chispa con los chupetes de los
bebés, un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre tropas imperiales francesas y
soldados españoles asistidos del pueblo combatiente, entre los guardabarros de
los taxis y el enfado de los taxistas que no habían sido avisados. Despistados
que leían los últimos acontecimientos deportivos en el MARCA, oían apenas a
diez o quince metros, un atronador disparo de cañón, sorprendiéndoles al borde
de un infarto y envueltos en una nube con profundo olor a pólvora.
A cien metros, posando para las consabidas fotografías que
aparecerán el domingo en la prensa provincial, regional y nacional, y en otros
medios de comunicación, alternaban dos consejeros de la Junta de Andalucía,
varios delegados provinciales, presidente de la Diputación Provincial, entidad
organizadora del evento, más de 40 alcaldes
-no pude contarlos a todos-, representantes del ejército y de la Iglesia
y de muchas más instituciones públicas y privadas. Por supuesto, no acudió el
alcalde de Jaén, pues el evento estaba organizado por la socializada
Diputación, al igual que suele ocurrir a la inversa con el popularizado
Ayuntamiento en lo que organiza.
A esto, asistimos atónitos, en mitad del caos organizativo
entre enfrentadas administradas públicas, que varios policías municipales no se
les ocurre mejor idea, ante algunos desperfectos producidos por las ondas
expansivas de los cañones y el fuego de mosquetes, que, en mitad de acto
teatralizado, confundirse con los oficiales y sirvientes de las piezas de
artillería, como si fueran unos más de su dotación de disparo, aunque con
uniformes amarillos fluorescentes, y venirles a pedir los datos de
identificación por los disparos efectuados, cuando, insisto, apenas a cien
metros, se encuentran las más altas autoridades de la provincia y de la región,
organizadoras del acto.
Con evidentes malos modos, y con una nefasta gestión de la
situación, pues no se preocupan en especial de la seguridad de las personas,
desviando el tráfico por otras calles, o impidiendo que los peatones crucen
ante el fuego, los agentes de la policía municipal de la capital, se dedican a
hostigar a los miembros de las asociaciones de recreación histórica, que actúan
por encargo de la Diputación Provincial, que supuestamente ha obtenido todos
los permisos correspondientes para realizar el evento, cubiertos los riesgos,
obtenidas las licencias, para que la batalla fuera la del orden, y no la del
CAOS, como ocurrió aquel esperpéntico sábado 29 de Junio en Jaén. Y ello,
aparentemente, porque dos Administraciones Públicas, que se suponen
representativas de su población, no se ponen de acuerdo y se obstaculizan
sistemáticamente una a otra, provocando no ya el caos, sino el riesgo para las
personas, el desorden en la organización de actos sociales y culturales y la
mofa de algunos de los que vivimos esta situación.
Entre los ciudadanos era evidente la queja. Unos, los
comerciantes, conductores y taxistas por
no haber sido informados por el Ayuntamiento, a través de los cauces y bandos
que procedan, de lo que allí acontecía. Otros, emocionados por el espectáculo
que contemplaban, impotentes ante el proceder pugilístico de dos instituciones gallitos que no son capaces de convivir,
pactar y conciliar, y que andan a la greña por la más nimia de las cuestiones.
A ellos oíamos porfiar: “si es que en
Diputación gobiernan los socialistas, y en el Ayuntamiento los populares, y en
todo lo que organizan unos u otros, se zancadillean”.
Esa es mi reflexión particular, la moraleja que al menos yo
extraigo de la Batalla del Caos, y que perfectamente puede ser extrapolable a
la situación que vive el país, y es que unos y otros, y los terceros también,
no son capaces de ponerse de acuerdo en lo esencial, en este supuesto, en
solventar la crisis que vivimos, en solucionar el azote del desempleo, y en resolver los problemas reales de España.
Viven, unos y otros, al margen de lo que piensa y siente el ciudadano de la
calle, hastiado de lo que ve a su alrededor y convencido de que esta nación,
otrora poderosa, necesita una revolución en su caduco e inoperante sistema,
restaurar la credibilidad de las instituciones y de los políticos, bajo
mínimos, renovar, cuasi que diría barrer, a las personas que ocupan los cargos
más representativos, y que se han convertido en profesionales del sillón y de
la política, y no en auténticos solucionadores de nuestros conflictos
colectivos.
Y por favor, a aquellos que colaboramos desinteresadamente en
los eventos, auténticos actores protagonistas, que lo realizamos TOTALMENTE
GRATIS, que se sepa, y que lo hacemos motivados por nuestro amor a la historia
y a la cultura, por favor, a nosotros, “no nos echéis a vuestros perros”.
MANOLO OZÁEZ GUTIÉRREZ
Secretario de la Asociación Histórico Cultural General Reding
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