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jueves, 22 de marzo de 2012

Las tarjetas de crédito de los políticos. Artículo de Andrés Cárdenas para el nº 111 de BAILÉN INFORMATIVO

Las tarjetas de crédito de los políticos


Por Andrés Cárdenas


No solías encontrártelos en los restaurantes porque preferían los reservados. Eran políticos vestidos de trajes caros y corbatas de seda que llegaban y pedían lo más caro de la carta. Iban en manada. El camarero, que ya sabía de qué iba a aquello, le recomendaba:

-Tenemos unas quisquillas de Motril estupendas.
-Pues ponga una ración. No, mejor dos, que vamos a tocar a pocas.

El camarero se animaba:
-Y nos han entrado unas cocochas exquisitas. Fresquísimas.

-Pues ponga otro par de raciones. Al centro. ¿Y el jamón ibérico, es bueno?

-Buenísimo. Pata Negra. Cinco jotas.
Todo lo recomendado por el camarero, que por supuesto era lo más caro, terminaba en la mesa. Luego venía el vino.

-¿Prefieren los señores un Viña Ardanza reserva o un Pesquera?
-¿No tienen Pingus del 97?

-Miraremos a ver –decía el camarero, relamiéndose ante la propuesta de los comensales.
Luego llegaban las copas:

-A mí póngame un Cardhú gran reserva. Pero por favor, en copa de balón.
A la hora de pagar, siempre había uno que se echaba mano a la cartera y que sacaba la Visa Oro correspondiente al organismo que representaba, bien fuera la Junta de Andalucía, la Diputación o el Ayuntamiento de su pueblo. Para maquillar su conciencia, hablaban cuatro chorradas sobre el área que llevaban y decían que habían tenido una comida de trabajo. Luego se iban tan campantes porque creían que eso era necesario y que estaban salvando a la ciudadanía.

¿Creen ustedes que exagero con la escena que acabo de relatar? En absoluto. Para muchos políticos ocupar un cargo significaba eso: probar todas las delicatessens de la vida sin pagar un duro. Ha tenido que llegar la crisis para que toda la mierda salga fuera. Aunque no nos lo imaginábamos, nunca creímos que un político pudiera hacer uso de una tarjeta para irse de putas, como lo que ha hecho el alcalde ese de Valverde del Camino, y nunca mejor dicho, por lo de verde y por lo del camino, camino del burdel.
O que todo un consejero de Trabajo se gastara en un mes 25.000 euros en comidas. Ese tal Guerrero que ahora está sentado en el banquillo de los acusados porque se gastaba el dinero público en cocaína y comidas caras. O que utilizaba las ayudas para fondos de reptiles con los que tener contentos a sus amiguetes.

Señores políticos, basta ya de mamoneos y permítanme un consejo. Estamos en crisis y seguramente hacen falta recortes, pero hay que empezar por ahí, porque se eliminen las tarjetas, porque se acaben los viñasardanzas en las comidas (¿acaso está malo el mosto de Huétor) y porque se aquellos gastos de representación en los que se han refugiados tantos y tantos sinvergüenzas para hacer lo que ellos nunca hubieran hecho con su dinero. De acuerdo, todos tienen derecho a comer, beber y follar, pero no con dinero público. Si esta etapa que se acaba (esperemos) hubiera sido una película se habría llamado 'Sexo, mentiras y tarjetas de crédito'.

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