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viernes, 27 de marzo de 2009

SÉ QUE ESTÁS AHÍ, VIÉNDONOS, OBSERVÁNDONOS. PENSATIVO

No te atreves a opinar. Estás desilusionado, triste. La crisis te ha hecho mella. El miedo recorre tu piel, asentándote en tu mente. No encuentras la puerta. Piensas que la salida es una quimera, que cuanto más te acercas, más se aleja de tu dimensión y de tu realidad. Callas. Te imaginas un Atlas soportando en solitario el mundo, sus problemas, sus misterios, sus penurias; que la humanidad no existe, o que al menos no aparece cuando la necesitas. A tu derecha la vida transcurre tranquila, casi a cámara lenta. A tu izquierda corre veloz, despiadada, sin que puedas alcanzarla: te sobrepasa sin remedio.
La crisis, el inexorable paso de la vida, las responsabilidades personales y familiares. El coñazo de un horario inflexible en el trabajo. La putada de las mentiras de los que creías eran tus amigos y que se descuelgan como ladinos, manipuladores y mala gente. Lo peor es que hay quien le pone oidos. Piensas que es lamentable que la incultura pueble la superficie de los sueños de una gran cantidad de personas que sienten, sufren, lloran y besan la mejilla de sus cansados hijos.
Estás convencido de que no siempre fue así. Que hubo un tiempo en que pensabas en tonos vivos, que la sonrisa recorría tus mejillas de oreja a oreja sin poder evitarlo, aunque tampoco a voluntad lo hubieras impedido. Hoy reflexionas en grises y oscuros, mirándonos, observándonos, sufriendo, odiando, envidiando, sin querer compatir con nosotros todo aquello que consume tu tiempo y tu memoria y que anida en tu corazón atravesado por la daga del infortunio.
¿Piensas que los demás nadan en el líquido de la juventud, que sus vidas son más alegres, con contenido? ¿Crees que alguien va a tenderte la mano para salir de tu ideada miseria? No. Te lo tienes que currar tú mismo, desde ahora.
Asómate al balcón de la esperanza. Escríbeme todo aquello que te hace dudar. Cuéntame tus más hondos secretos. Y si no, continúa embutido en los tristes tonos grises que embadurnan tu vida y, posiblemente, la vida de los que te rodean. Si en el fondo eres un cobarde por no afrontar la realidad, como decía un sabio consejo -aunque tal vez no muy profundo en su concepción filosófica-, "que te la pique un cuervo".

¿Sigues ahí?

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