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domingo, 30 de mayo de 2010

Respuesta al amigo Marcos Mateu, por Manolo Ozáez

Al respecto de la Isla de Cabrera, donde llevaron a los prisioneros de la Batalla de Bailén de 1808, no puedo sustraerme a contarte una anécdota, real, que me ocurrió hace un tiempo, creo que fué en el año 2000, aproximadamente. Yo estaba de vocal en el Pleno de la Cámara Oficial de Comercio e Industria de Jaén, y cierta tarde vino invitado a darnos una conferencia al salón de actos de nuestra sede, el prestigioso economista Ramón Tamames. Quiero recordar que versó sobre "nuevas oportunidades de negocios en el mundo global", o algo por el estilo. Al terminar, el presidente, que entonces era Francisco Espinosa, nos invitó a los miembros del Pleno de la Cámara a una cena privada con don Ramón Tamames, que se celebró en el Restaurante Casa Vicente de Jaén, el que existía en la zona antigua próxima a la Catedral.




Tuve la suerte de que me correspondiera sentarme frente a Paco Espinosa y Ramón Tamames, en un salón privado, pequeño, en forma abovedada, y en el transcurso de la frugal cena, al presentarnos todos, le sorprendió que yo le mencionara que era de Bailén. En ese momento, muy eufórico y dicharachero, para como estaba resultando la noche, me espetó que si yo era de Bailén, debería saber algo que hasta ese momento nadie, y repito lo que él dijo, NADIE, le había sabido responder en foros y conversaciones privadas a las que había asistido. La pregunta era que si yo sabía a donde llevaron a los prisioneros franceses de la Batalla de Bailén. Yo, como es lógico, y dado que sabía la respuesta, permanecí un tiempo prudencial en silencio estudiando los rostros de los presentes, gente versada, la mayoría de más edad que yo, que esperaban mi respuesta, como si de ella dependiera el honor de los miembros de la Cámara y, si me apuras, de toda una provincia. Entonces, con cierta tranquilidad y parsimoniosamente le respondí que sí lo sabía, que habían sido trasladados hasta la Isla de Cabrera, tras un periplo que los llevó por casi toda Andalucía con final en Cádiz y desde allí embarcados la mayoría hasta Cabrera.



Lo cierto y verdad es que cuando susurré el nombre de Cabrera, de un salto se incorporó de su asiento y vino a felicitarme diciéndome que era el primero que le había respondido tal pregunta. Luego estuvimos los dos hablando del episodio largo y tendido, casi ignorando al resto de los comensales, los cuales habían salvado su honor intelectual, o eso fue lo que me pareció a mí al menos por sus expresiones. El profesor Tamames habló largo y tendido sobre tal episodio, llegando a afirmar categóricamente que la Isla de Cabrera, al acoger a los prisioneros franceses derrotados en la Batalla de Bailén, se había convertido en el primer campo de concentración del que se tiene historia documentada. Recuerdo perfectamente sus palabras. Luego no coincidimos en el número de prisioneros que acabaron allí, pues mientras yo defendía que fueron 10.000, el profesor casi la doblaba hasta 18.000 ó 20.000.



Como quiera que por aquellas fechas yo era teniente alcalde de Bailén, nos pasamos las direcciones y teléfonos, pues tenía interés en incorporar al profesor Ramón Tamames a las Jornadas sobre la Batalla de Bailén que se venían celebrando todos los años en nuestra localidad, y que desgraciadamente el actual equipo de gobierno ha eliminado del programa cultural bailenense. Al final no pudo ser por las altas pretensiones económicas del famoso economista, en comparación al presupuesto que manejábamos en el Ayuntamiento de Bailén. Además, tengo que decir que Tamames me confesó que el campo de concentración de la Isla de Cabrera le había llamado poderosamente la atención desde el mismo momento en que conoció el hecho, y que tenía en mente como reto, para algún día, escribir un libro sobre aquel suceso, aportando la documentación oportuna. Al parecer aún no lo ha escrito, pues no me consta que así sea. Yo sí me topé con un documental en la televisión sobre el suceso, que arrancaba con la derrota francesa en la Batalla de Bailén, el periplo por toda Andalucía, donde murieron cientos de franceses a manos de los mismos habitantes de los pueblos por donde iban pasando, la odisea en los pontones cárceles que se habilitaron en la bahía de Cádiz, la huída de algunos cautivos, la muerte de muchos ellos y al final, el embarque de los restantes hasta la Isla de Cabrera, donde casi fueron olvidados por completo, y de la que apenas salieron con vida 3.600 prisioneros, abandonados de sus propios compatriotas que los veían como una vergüenza y una humillación para el Imperio. Como es lógico solamente recabaron, como era costumbre, los soldados de tropa y algunos cabos, el resto de mandos fueron puestos en libertad - otros vigilados - con el compromiso de volver a su país y no entrar de nuevo en guerra contra España, lo que evidentemente no se llegaba a cumplir, pero el código de honor pactado por las normas militares.
Manolo Ozáez

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