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Dos mil años después la batalla continúa, ¿dónde situar Baecula?
Bailén
y Santo Tomé se disputan el honor ser la cuna de un enfrentamiento
entre Roma y Cartago, el primero que dirigió Escipión en la Península.
Batalla de Cannas, 216 a.C., dentro de la segunda Guerra Púnica |
La
batalla de Baecula se encuadra dentro de la segunda Guerra Púnica, en
la que se enfrentaron el Imperio Romano –a las órdenes de Escipión el
Africano– y el Imperio Cartaginés, dirigido por Asdrúbal Barca. Tras el
combate, los cartagineses perdieron el control de la cabecera del
Guadalquivir, por lo que se suele indicar que este fue el principio del
fin de Cartago.
El enfrentamiento Roma-Cartago.
Corría
el año 264 a. C. El imperio púnico-cartaginés se había ido configurando
desde el siglo X y IX al norte de la actual Túnez y las islas del
Mediterráneo. Era una de las dos grandes potencias de la época y vivía
del comercio. Sus fuerzas navales eran las más potentes del momento,
pero su ejército permanente en tierra no lo era tanto. Tenía vocación
comercial más que conquistadora y, por ello, no necesitaba grandes
contingentes de soldados. Mientras tanto, la República de Roma se
encontraba en plena expansión y ya controlaba la Península Itálica. Su
armada era menos numerosa y apenas contaba con experiencia, pero sus
legiones estaba bien entrenadas y equipadas, con una importante
trayectoria militar tras los dos siglos que precedieron la conquista de
los territorios italianos; este sí era el ejército más poderoso de la
época. Tan pronto como estuvo asentado en Italia, comenzó su expansión
hacia el norte y el sur: inevitablemente se encontraron frente a frente
los dos grandes imperios del momento. Las guerras, que confrontaron a
Roma y Cartago durante 118 años –interrumpidos– acababan de
empezar. Solo podía quedar uno, y fue Roma.
«Sucesivos
tratados comerciales no lograron atemperar el creciente antagonismo de
los colosos, que desembocó, primero, en guerra fría y, después, en
guerra caliente: la Primera Guerra Púnica», apunta Juan Eslava Galán en
su libro “Historia de España contada para escépticos”. El autor señala
su admiración por los romanos, capaces de improvisar una escuadra de
guerra copiando una nave enemiga que encontraron varada en una playa. Y
que encima, vencieran en algunas batallas navales para terminar
haciéndose con la victoria. La primera Guerra Púnica se desarrolló entre
el año 264 y el 241 a. C. Cartago perdió y se vio obligado a ceder
Sicilia y Cerdeña además de compensar al imperio con cuantiosas
indemnizaciones.
«La
fuerte indemnización de guerra que Roma había impuesto a los
cartagineses y las pérdidas económicas y humanas llevó a Cartago a
fijarse en las tierras del occidente, en las que la Península Ibérica se
convirtió en el principal punto de referencia», señala Juan José Palao,
profesor del departamento de Prehistoria, Historia Antigua y
Arqueología de la Universidad de Salamanca. Así, Amílcar
Barca desembarca en Cádiz y, tras siete años, consigue dominar a los
indígenas de la zona. Sus hijos continúan su misión una vez muerto su
progenitor. «Carthago Nova (la actual Cartagena) rápidamente se
convirtió en la principal base cartaginesa en el Mediterráneo
occidental», apunta Palao.
Después
de que Asdrúbal fuera asesinado, su hermano Aníbal quedó al mando del
imperio cartaginés en la Península Ibérica. Tras conquistar Sagunto, el
imperio romano vuelve a declararle la guerra a los cartagineses. Es el
comienzo de la segunda Guerra Púnica, que se desarrolla entre los años
218 y 201 a.C. Ambos imperios llevaban años preparándose ante lo que
parecía inevitable. «Cartago quería la revancha, y Roma estaba
preocupada por el rearme de su rival y la pujanza que había alcanzado»,
señala Eslava Galán. Asdrúbal inicia su ofensiva en Italia, con
gloriosas y estudiadas batallas como la de Cannas. Pero el imperio
romano le devuelve el golpe en la Península Ibérica, su punto débil.
En
este contexto de la Segunda Guerra Púnica se desarrolla la batalla
de Baecula, en el año 208 a.C. El ejército cartaginés obedecía a las
órdenes de Asdrúbal. El romano, a las de Publio Cornelio Escipión el
Africano, el primer enfrentamiento a gran escala de este último tras
quedar al mando de su ejército en los territorios hispanos.
La
batalla de Baecula supone un hito «importantísimo» en el desarrollo de
la contienda, «ya que el control de la cabecera del
Guadalquivir constituía la puerta de acceso a todo el valle y el control
de los recursos metalíferos. La victoria romana en este enclave
permitió la penetración de estas tropas en unos territorios que hasta
entonces habían controlado los cartagineses», señala Palao. Para el
profesor, Baecula constituye otra prueba más del genio militar de
Escipión, capaz de derrotar a un ejército superior en número y ubicado
de forma ventajosa en el terreno. «Gracias a una maniobra envolvente del
general romano, consiguió neutralizar al ejército cartaginés y
apoderarse del campamento de Asdrúbal. Se iniciaba así la pérdida del
dominio púnico en territorios peninsulares», señala Palao, que
sentencia: «Si la pérdida de Carthago Nova fue un duro revés para los
cartagineses, Baecula significó el principio del fin del dominio
cartaginés».
La ubicación tradicional.
Los
principales estudiosos, tanto nacionales como internacionales han
ubicado siempre Baecula en un entorno cercano a la actual ciudad de
Bailén (Jaén), pero el debate cambió cuando Arturo Ruiz, director
del Centro Andaluz de Arqueología Ibérica (CAAI) y catedrático de la
Universidad de Jaén, hizo públicos los datos de un estudio que aún se
encuentra escribiendo: “La batalla de Baecula tuvo lugar en Santo
Tomé”. Grandes titulares llenaron entonces las páginas de muchos medios,
sobre todo regionales pero también locales. No era para menos: la
noticia cambiaba más de dos milenios de historia.
Diez
años después, los bailenenses no dan por perdida «su batalla» y se
encuentran también en pie de guerra, esta vez ante la Diputación de
Jaén, suplicando medios económicos para que se lleve a cabo en la zona
un estudio similar al que realizó el profesor Ruiz en Santo Tomé.
«Reivindicamos que se dote a Bailén de los mismos medios con que se dotó
en su momento a Santo Tomé para realizar un estudio. En Bailén sí
existe sustrato arqueológico de época íbera, algo que niega Ruiz, por lo
que es necesario investigar también esta zona», defiende Juan Soriano,
presidente del Instituto de Estudios Bailenenses (IEB). Pero, ¿qué
propone Ruiz? ¿Por qué ha causado tanta polémica en un pueblo que «ya
tiene otra batalla»? ¿Cómo se ha instuticionalizado tan rápido? ¿Qué
otras voces pelean por hacerse oír frente a los «grandes gritos»?
Giro en la historia.
El
profesor Arturo Ruiz, junto al equipo que él dirige en el CAAI se
embarca en 2002 en el proyecto de investigación que tenía como fin
«comprobar si lo que se había dicho de manera tradicional coincidía
arqueológicamente con la realidad». Señala el profesor que «hicimos una
primera prospección en el sitio que tradicionalmente se había
ubicado Baecula, con resultado negativo. A partir de los historiadores
clásicos Polibio y Tito Livio calculamos el movimiento que habían hecho
por la noche». Lo novedoso del estudio, más allá del resultado, es
su método arqueológico: «Se van registrando sobre un terreno
cuadriculado de 450 hectáreas todo el material que aparece, mediante gps
y se pueden interrelacionar los objetos, incluso contrastarlos con las
fuentes y aclarar cuestiones que no quedaron definidas».
«El
gran éxito del modelo es, no tanto el hallazgo del lugar de la batalla,
sino que es aplicable a otros sitios; lo estamos desarrollando ya en
Italia y presentaremos un proyecto sobre Metauro, la batalla donde muere
Asdrúbal Barca. También trabajamos para reproducir la batalla de Zama,
la última, que enfrenta a Aníbal con Escipión», comenta el profesor.
El
movimiento del ejército está reconstruido en base a las tachuelas que
iban perdiendo los legionarios, ahora recolectadas. «También hemos
localizado el lugar del campamento de Asdrúbal y se han excavado las
fosas de amortización», apunta. Los resultados de su estudio, que avalan
la tesis «reconocida ya mundialmente», en palabras de Ruiz, son los
siguientes: 6000 piezas de metal sin contar las cerámicas, de las
que 2400 son del momento de la batalla. «Son los restos materiales los
que nos dicen que en el año 208 a.C. allí hubo una contienda, y que
sigue las trazas de lo que propusieron los historiadores romanos
clásicos. Se trata de confirmar lo que dicen las fuentes a partir de los
restoshallados», apunta sobre su investigación. En el próximo mes de
diciembre se editará la edición del proyecto Baecula y el congreso
internacional donde se presentará.
Mientras
tanto, a nivel europeo ya se ha asentado esta propuesta, aunque haya
algunas voces que se salgan de la corriente común. «El Consejo de Europa
ha aceptado el lugar de la batalla de Baecula en el cerro de las
Albahacas, y lo reconoce como una parada oficial en el Camino de Aníbal.
El debate a nivel europeo y mundial está cerrado desde 2011», concluye
el profesor. Pero, ¿cómo es el proceso de aceptación científica? ¿Cómo
se cambian tantos años de historia? ¿Qué proceso conlleva a la
consolidación de este tipo de estudios?
Para
el profesor Palao, «una de las cosas buenas del debate científico sobre
el mundo antiguo es que pocas veces se puede a llegar a zanjar un tema
de forma definitiva». En su opinión, «que dicho enfrentamiento sea la
batalla de Baeculaque narran las fuentes romanas no se puede confirmar
al cien por cien, pero a tenor de los datos que presentan las fuentes,
el material documentado que alude a la presencia en el lugar de tropas
cartaginesas, indígenas y romanas, y la propia situación geográfica,
parece muy probable que pueda tratarse de ese episodio tan decisivo de
la segunda Guerra Púnica».
Por
otra parte, también juegan un papel decisivo tanto las ayudas públicas
como los medios de comunicación. «La perversión del propio
sistema investigador español y las exigencias de una parte de la
sociedad hacen que una de las formas de obtener los recursos necesarios
para llevar a cabo las investigaciones sea mediante la contrapartida de
los beneficios económicos o la riqueza material que puedan suponer»,
subraya Palao en relación a la importancia de estar presente en los
medios.
Sobre
esta cuestión, destaca Ruiz: «Hoy en día la investigación no se concibe
como un espacio cerrado donde presentar resultados. Una parte
importante son los congresos y evaluaciones, y otra esencial también es
la difusión de los resultados y la transferencia al público. Este en
concreto, es un tema de investigación reconocido e interesante gracias
al apoyo de los medios».
Otros puntos de vista.
A
pesar de la novedad que supuso el hallazgo para la comunidad
científica, parece que es un tema bastante asentado. Algunos autores que
se sitúan en la línea de Ruiz argumentan que el resto de atribuciones
«tradicionales» de la batalla a Bailén se asienta sobre su «parecido
toponímico», es decir, su similitud fonética, aunque esto no sea así.
Los grandes expertos que desde el siglo XIX han estudiado la topografía
de Bailén y el lugar de la batalla no se han basado en tal parecido. Por
ejemplo, para Lanzeby, que escribe en 1998 sobre las técnicas guerreras
de Aníbal, la causa principal de situar Baecula en Bailén es la
estratégica, y lo hace después de estudiar el terreno y compararlo
también con los grandes clásicos.
Alicia
Canto, profesora del departamento de Prehistoria y Arqueología en la
Universidad Autónoma de Madrid, publicó en 2011, a raíz de las
afirmaciones de Ruiz, un artículo titulado “La batalla de Baecula no
pudo ser en Santo Tomé“. Bajo ese epígrafe, que no deja lugar a dudas,
aporta los argumentos que se encuentra estudiando y ampliando. Entre
ellos, la cercanía a Cástulo (actual Linares, frente a los 60 km. que
separan a Santo Tomé de dicha ciudad), a unas minas de plata, ser un
lugar con buenas comunicaciones, estar al Oeste de Cástulo y contar con
un hallazgo epigráfico expresivo del nombre antiguo.
«El
profesor Ruiz es ante todo un prehistoriador, militante de
la arqueología de campo. En estos casos suelen conocer menos las fuentes
históricas y dar una importancia a lo mejor excesiva a los materiales
mismos. En cambio, las fuentes literarias y epígrafas aportan otros
puntos de vista que son importantes si se quiere estudiar la Antigüedad
como un todo, y no sólo los materiales», señala la profesora en relación
a los métodos –al parecer– «enfrentados» que proponen ambos. A pesar de
ello, reconoce la necesidad de «ser complementarios, de no entrar en
contradicción entre ellos. Porque, cuando lo hacen, como pasa en el caso
de Baecula, es que uno de los dos métodos está fallando en algo»,
apunta.
«El
estudio de los objetos es importante, pero la mayor parte de las veces
carecen de cronología interna, dependen del contexto y de otros
factores», señala Canto, que en su opinión, «está mal que se dé “por
zanjado” un asunto que, en realidad, está muy lejos de ello». Lo que le
recrimina al estudio de Ruiz es «la carencia absoluta de minas de plata
en los alrededores, la topografía real, la gran dificultad de las
comunicaciones con Cástulo debido al sitio “arrinconado” donde se sitúa
Santo Tomé, su lejanía a dicha ciudad o la inexpresividad cronológica e
identificativa de los materiales que han hallado», y señala todo esto
tomando en cuenta a las fuentes literarias, que van en contra de que Baecula pueda
haber estado en Santo Tomé. «Su principal problema es también que no
cuentan con lo que siempre se debe cumplir cuando se propone un nombre
antiguo para una ciudad moderna: que haya al menos una inscripción
antigua que lo confirme. Es una regla invariable de la Geografía
Histórica que rige desde siempre, aunque a él no parezca preocuparle. Y
de Santo Tomé conocemos una treintena de isncripciones romanas, pero
ninguna menciona la ciudad».
La
profesora, por otra parte, concluye: «Baecula no tiene que estar
necesariamente en Bailén, pero sí en su territorio (de eso estoy
segura). El “parecido toponímico” es una simplificación y casi la
principal en el caso del equipo del CAAI para descartar Bailén (junto a
la inexistencia en esa zona, según ellos, de materiales propios de la
segunda Guerra Púnica, lo que puedo decir directamente que no es
verdad). Además, es más probable que “Bailén” derive de algo más
parecido a un “Bailo” que a un “Baecula” o “Baikor”».
Indignación en Bailén.
Dejando
de un lado el ámbito académico, estas últimas semanas saltaba en
distintos medios una noticia curiosa: la protesta ciudadana frente a una
propuesta universitaria. Aunque en cierta medida también fuera una
demanda a la clase política y en concreto a la Diputación de Jaén.
Para
la asociación que preside Juan Soriana, presidente del IEB, la teoría
de Ruiz no es válida «porque se basa en la negación de que en Bailén y
en su entorno existen restos arqueológicos de época íbera cosa
totalmente falsa. Parte, en su estudio, de esa negación, una premisa
errónea y, por consecuencia, el resultado del estudio es nulo». Soriano,
que fue cronista oficial de Bailén, defiende, en cambio que «en el
entorno de Bailén se han encontrado hasta en 23 lugares distintos
restos que avalan la existencia de una batalla. El problema es que
ninguna de esas zonas arqueológicas se ha investigado nunca». «Si no se
conoce el lugar donde buscar los restos es normal no encontrar nada. El
profesor Ruiz tendría que habernos preguntado a quienes conocemos el
terreno dónde podría hallar los restos».
Sin
embargo, Soriano reconoce la imposibilidad de «adjudicar» la batalla en
ningún territorio, ya no solo en Bailén o en Santo Tomé: «Mientras que
no exista ningún resto epigráfico, piedra escrita que diga que “este es
el lugar de Baecula”, no puede poner el nombre de la batalla donde le
apetezca. Al igual que tampoco se puede decir lo mismo de situarlo en
Bailén».
Por
otra parte, destaca también la mediatización de la que hablaba Ruiz,
poniéndola en relación con el plano turístico: «Es un estudio muy
mediatizado, la primera noticia ya se vincula con la promoción turística
de la zona [la apuesta turística de la Diputación por la provincia de
Jaén: la ruta de los castillos y las batallas]». Entre los planes del
Instituto, a corto plazo está reunirse con el presidente de la
Diputación, Francisco Reyes. A él pretenden presentarle un memorándum
para que tenga conocimiento de sus dudas respecto a lo que se ha
presentado hasta ahora y que es necesario estudiarlo más en profundidad
para que aporte los medios necesarios para llevar a cabo una prospección
en Bailén. Pero por si acaso ya preparan un plan B con la intención de
buscar medios propios que permitan financiar el proyecto. Sin embargo,
la Diputación «ya se ha implicado demasiado en el asunto», señala
Soriano, promoviendo el «Camino de Aníbal» bajo un proyecto europeo, con
parada en Santo Tomé.
Pocas
veces una investigación académica es capaz de implicar a tanta gente
tras ella, de que se interesen y organicen por algo «científico», ya no
solo a nivel local. Lo bueno, tal y como apuntaba el profesor Palao, es
que el proceso nunca se puede dar por cerrado, a pesar de que unos y
otros (también los políticos) lo pretendan. Lo malo es que sea demasiado
tarde para cuando lleguen las respuestas, pues la ciencia y la
investigación necesitan tiempo para asentarse. Por ello, precipitarse
puede salir muy caro cuando entran otro tipo de intereses a formar parte
del tablero estratégico de esta otra batalla que hoy libran en terreno
jienense un grupo de ciudadanos que no se conforma con lo que le
cuentan. Que están seguros de que en su terreno hay restos íberos,
porque los llevan encontrando toda su vida. Podrán estar equivocados o
no, pero lo que sí es cierto es que seguirán luchando, ahora, más de dos
mil años después.
Vía: ABC
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