Buenos días. Por aquello de la maldita crisis que nos tiene embelesados de hastío y embobados de pasivo, resulta que este pasado puente del Día de Andalucía, me quedé arrestado en la casa, sin playa, sin montaña, sin turismo cultural y sin platicar idiomas. Arrebujaito en el sofá, he tenido que convivir con mis hijas pequeñas contándole anécdotas, ayudándoles a hacer ejercicios de clase, compartiendo películas de dibujos animados y de acción, los tres apretaditos, rozándonos acaso las caras que un tanto tenía olvidadas. Para no aburrirnos, he avanzado en más de 15 páginas el contenido de mi última novela que tenía algo abandonada. He terminado de leer “El Sueño del Celta”, del Nobel Vargas Llosa, que por cierto os aconsejo. Y me ha sobrado tiempo para ordenar papeles, colgar algunos cuadros y efectuar unos arreglillos caseros para obreros no demasiado cualificados. Además, por ir contracorriente de apatías y sopores me convertí en personaje de 1808 y en el restaurante idem compartí chanzas y batallas con otros amigos con los que solía antaño conquistar territorios vírgenes e inhóspitos. Amén de colgar varios comentarios y fotos en el blog, varios artículos para Bailén Informativo, y este mismo que escuchas, sin olvidarme de mi partido de fútbol y de padel con los otros amigos, y largos paseos con mis hijos y con los perros, por las escabrosas calles de Bailén. Por ello, cuando contaba mi aburrimiento del puente con un amigo que sí huyó a Barcelona, no pudo más que contestarme con el axioma: “Bendita crisis bendita”, y yo responderle aquello del color del cristal con que se mire.
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