LA MAREA ROJA
por Manolo Ozáez
Buenos días tengan ustedes en esta soleada mañana del estrenado mes de julio. Como cualquier español en estas jornadas, no puedo sustraerme, a pesar de haberlo intentado, a hablar de la Selección Española de Fútbol, ese colectivo que nos hace sufrir y a la vez vibrar, ese grupo heterogéneo de chavales de prácticamente todas las regiones, paises, naciones o comunidades - llámenlas como quieran, que para el caso es lo mismo – que forman ese gran país que es España, y que por logros como el de “La Roja”, o de los Gasol, del poderoso balonmano, de los Nadales y Verdascos, Pedrosa y Lorenzos, de los Alguersuari y Alonsos, nos sentimos todos sus habitantes orgullosos, como si de un éxito personal y particular se tratara. Y en verdad podemos entenderlo así, pues el impulso que desde aquí enviamos a nuestros deportistas allende las fronteras, sin olvidarnos de artistas, literatos y hombres de ciencia, de algo tiene que servir, pues el grito unánime a buen seguro que les llega, por muy cerradas que estén las ventanas de sus habitaciones. Mis hijas, tras el triunfo de la selección española de fútbol frente a Alemania, me miraban con ojos de sorpresa, tal vez preguntándose si era para tanto. Y quizás no sea para tanto, pero, pensaba que ante los problemas que atravesamos los españolitos de crisis económica, corrupciones políticas varias, accidentes ferroviarios mortales y altos índices de desempleo, qué mejor que gritar al viento y lanzarse, como hicimos algunos, a la piscina, a combatir la calor que dan los números rojos en las cuentas bancarias, y reducir el agobio de tanta tensión parlamentaria en nuestros corazones, porque ¡podemos!.
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