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viernes, 13 de junio de 2025

Bandera a cuadros a la independencia de Cataluña



Francisco Javier Castillejo de Haro


Este pasado domingo, en el circuito de Motorland Aragón, se volvió a dar una imagen que hacía tiempo que no se producía, ver a Marc Márquez celebrar su victoria ondeando la bandera del 93 junto a la de España. Parecida imagen a la de su hermano Alex, serpenteando orgulloso la insignia nacional, tras ganar la carrera de Jerez.

Los hermanos Márquez, nacidos y criados en la ciudad leridana de Cervera, nunca han sido ambiguos respecto a su sentimiento identitario dual. Han manifestado públicamente, en varias ocasiones, que se sienten españoles y catalanes. Pero, durante los años más candentes del proceso soberanista catalán, debido a la polarización y a las diversas presiones, el mayor de los Márquez decidió celebrar las victorias solo con la bandera de su club de fans.

El actual mundial de Moto GP está repleto, en sus tres categorías, de pilotos españoles. Junto con Italia, monopolizamos el box de la mayoría de equipos. Seguramente, vivamos la edad de oro del motociclismo español, con grandes campeones. Actualmente, existe mucha diversidad por regiones. Hay un gran número de pilotos valencianos, madrileños, murcianos, mallorquines, catalanes e, incluso, andaluces. Pero, hasta hace no mucho tiempo, la presencia de pilotos españoles de fuera de Cataluña era testimonial. Sin embargo, todos ellos mostraban con satisfacción su sentimiento español, sin ningún tipo de presión política externa.

Quizá, este suceso sea un indicio que se esté volviendo a la fase anterior al “Procés”. El deporte es un fiel termómetro para medir la realidad política de una región. Otra muestra, es la vuelta de la selección femenina de fútbol a tierras catalanas, tras casi 30 años sin hacerlo. Lo significativo no fue la asistencia, con alrededor de 12.000 personas que acudieron al RCDE Stadium de Cornellà (Barcelona), sino que el evento fuera promocionado por la Federación Catalana de Fútbol, a pesar de las críticas independentistas.

Además, en la totalidad de eventos deportivos, los decibelios reivindicativos se han reducido significativamente. Por ejemplo, en los tendidos de equipos ACB o de liga ASOBAL, el ambiente en las gradas está volviendo a la situación anterior a este enredo, dejando atrás las manifestaciones por los presuntos presos políticos u otras demandas alejadas del ámbito de lo puramente deportivo.

Mamás, papás, plebiscitos y “falsa democracia” de los grupos de WhatsApp. Hacia donde caminamos como sociedad.

Nuestro sistema educativo, al igual que otros pilares sobre los que se sostiene la sociedad de bienestar, se están viendo seriamente erosionados. Podría entrar en un amplio análisis sobre este asunto, sobre la nefasta gestión pública que, por ejemplo, se está desarrollando en Andalucía, pero el motivo de mi escrito pone el foco en aquellos problemas estructurales en los que los padres tenemos amplias cuotas de responsabilidad. Quizá, debería antes de continuar con el escrito, evadirme de mi sesgo ideológico. Pero, aún pareciendo paradójico, mi carácter de libre pensador y disidente y alejado del conservadurismo, me va a permitir ser lo más objetivo posible bajo mi particular visión de la vida.

Leía, hace unos días, que cerca de uno de cada cinco alumnos de 2.º y 4.º de ESO ha sufrido ‘bullying’. Que los problemas de salud mental (ansiedad, depresión, TDAH, trastornos de aprendizaje) son cada día más frecuentes.

Ante casos de este tipo u otros, a los padres nos basta con demonizar al colectivo de docentes o, simplemente, mirar para otro lado. Exonerarnos de cualquier tipo de responsabilidad.

Mi obligación como politólogo y científico social pero, sobre todo, como padre de alumna en edad escolar es aplicar la autocrítica y la denuncia. Denuncia que no se realiza por cobardía social o por evitar el conflicto fácil e inerte. A veces, leyendo ciertas cosas, parece que como colectivo hemos sufrido una involución en conceptos como madurez social o cultura democrática.

Una muestra de lo que comento se está dando en la cuasi reciente nueva moda de los cumpleaños escolares u otras seudomodas similares. Son ejemplos de como,  gratuitamente, estamos exponiendo a las familias a un nuevo tipo de presión económica y a nuestrxs hijxs de presión social. Un muy buen amigo mío, recurriría a un simplismo y lo definiría como que: “nos estamos volviendo tontxs perdidos”.

Quizá, como padres, lo que deberíamos cultivar es que nuestrxs hijxs fueran ricos en valores como la amistad, la empatía o el civismo. Intentar, en la medida de lo posible, alejarlxs de rivalizar, del consumismo o pugnar por quien tiene más. No creo que este tipo de tendencias los ayude a afrontar los retos futuros a los que se van a tener que enfrentar.

Seguramente, este fenómeno sea algo universal y del que sea muy difícil evadirse. La evolución de la globalización, el capitalismo más salvaje y el neoliberalismo lo han sellado en nuestro ideario de vida.

Una mirada micro hacia nuestro entorno más cercano lo pone en retrospectiva. Una sociedad cada vez más extremista y polarizada. Se intenta imponer el dogma y pensamiento único, impregnando de lo peor del nacionalcatolicismo con un toque de Varón Dandy. Estas conductas, evidentemente, marcan las nuevas realidades sociales.

En fin, quizá sea la visión de un libre pensador.


Francisco Javier Castillejo de Haro. Politólogo, funcionario del Estado y Vocal Politicand.